lunes, 29 de noviembre de 2010

Vení, vení, baila conmigo

Festejo histórico catalán, a pura alegría.

Barcelona minimizó la envergadura del rival de turno, Real Madrid, con otra clase magistral, excepcional del fútbol que muchos dan por muerto. Ese en el que todos participan. Todos saben. Todos tocan y llegan. Nadie pega. ¿Pelotazos? Mala palabra. Ese fútbol del que todos quieren formar parte, aunque sea, un ratito. ¿Cómo sacarle la pelota? ¿Cómo marcarlos? ¿Alguien podrá descifrar quién es el 5, el 8? ¿Y el 10? Imposible. Todos juegan al fútbol.

Hoy, un grupo de poetas sacados de la mejor época del romanticismo limpió de la cancha a unos cuantos súper guerreros carísimos y con mucha cara de malo. Un golazo, o cinco, contra la táctica. El DT del conjunto blanco, Mourinho, poco y nada pudo hacer y nunca le encontró la vuelta ni el rumbo para al menos cubrir su arco y que no entre ninguna más. En la noche del Camp Nou todo fue catalán, ya tocó el punto de la humillación para los madridistas. Nunca tuvieron chances claras de gol, menos la pelota. Se valieron de algún que otro de esos misiles de Cristiano Ronaldo, pero nada más. Estuvieron siempre dentro de un rincón y jamás salieron.

Ante millones y millones de televidentes el Barça se fue de picnic, una vez más, con esa tranquilidad que los caracteriza, que emociona y que, sobretodo, enamora a cualquiera. Pep Guardiola, Messi, Xavi, Iniesta y compañía parece que se pusieron de acuerdo para hacernos creer que el mejor de todos sigue jugando. Para que el césped y la redonda no lo extrañen tanto. Como si el paso del tiempo haya sido sólo un sueño. Eso genera este equipo, un empache de buen fútbol.

Por último, y como si fuera poco, el Barcelona ganó todos los mini duelos internos que traía este derby. El de Messi versus Ronaldo, ni hablar. Dos de los cuatro goles catalanes vinieron luego de un pase teledirigido de la Pulga para Villa. El de los técnicos, Guardiola frente a Mourinho. El de los presidentes de ambas instituciones, o mejor dicho, las políticas que imponen en sus clubes: la inagotable cantera contra la interminable, e inútil hasta ahora, billetera.

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